La sal es portadora de sabor, pero en exceso es perjudicial para nuestra salud. Tu cuerpo usa estas cuatro señales para advertirte que estás comiendo demasiada sal.
La sal y el azúcar se encuentran en muchos (y casi todos los alimentos enlatados) en estos días. Lo notamos principalmente a través de un sabor más intenso. Pero más allá de eso, ambos portadores de sabor tienen un efecto sobre nuestra salud. El azúcar ha sido criticado durante mucho tiempo por ser adictivo. Pero ¿y la sal?
Como en muchas cosas, la cantidad importa. El cuerpo necesita sal para funcionar. Demasiado, por otro lado, le hace daño. La OMS recomienda una ingesta diaria de sal de no más de cinco gramos. ¡Eso es solo una cucharadita! A modo de comparación: en promedio, los europeos consumen de ocho a once gramos al día. ¿Cómo lo afronta nuestro cuerpo? ¿Y cómo sabemos que estamos comiendo demasiado salado?
Su presión arterial está elevada
La hipertensión arterial es una consecuencia bien conocida del consumo excesivo de sal. Si encuentra que su presión arterial está ligeramente elevada, a menudo puede bajarla cambiando su dieta. Sin embargo, el tratamiento exacto siempre debe hacerse en consulta con un médico.
A menudo tienes dolores de cabeza.
Si sufres dolores de cabeza con frecuencia, puede deberse a tu ingesta de sal. Los investigadores descubrieron esto en un estudio hace algún tiempo. Se instruyó a los sujetos para que consumieran una ingesta de sal alta, moderada o baja durante diez días seguidos. Sorprendentemente, la dieta en sí (ya sea saludable o alta en azúcar y grasas) no tuvo efecto sobre el dolor de cabeza, ¡pero el consumo de sal sí! Cuanta más sal se comía, más frecuentes y fuertes eran los dolores de cabeza.
A menudo siente ganas de orinar
Si comes alimentos salados, automáticamente tienes más sed. Todos saben eso. Pero incluso sin ingesta adicional de líquidos, los riñones trabajan a alta presión si hemos comido demasiado salado. Lo notamos al tener que ir al baño con más frecuencia.
Tienes problemas para concentrarte
la sal deshidrata. Debido a esto, también tenemos más sed. Si el cuerpo no tiene suficiente líquido, se seca y se apaga. Nuestro cerebro siente esto en particular. Se apaga, nos cuesta concentrarnos y aumenta el tiempo de reacción.